Asteroid City: la vida es sueño

Al escuchar la expresión “la vida es sueño”, el referente invocado instantáneamente debería ser la llamada “suprema muestra de la dramaturgia en el Siglo de Oro Español”; me refiero a la obra de teatro homónima escrita por Pedro Calderón de la Barca alrededor de 1635 —en el contexto del auge político, militar,económico, artístico, literario y filosófico-teológico de España.

La vida es sueño es reconocida como una de las grandes obras literarias del barroco, influida profundamente por el pensamiento platónico —en específico, por su famoso mito de la caverna— y preocupada por diversos dilemas conceptuales como los conflictos entre padres e hijos, el conflicto ente el libre albedrío y la predestinación y, por supuesto, la complejidad poética para distinguir entre los sueños y la realidad.

En el fondo, la obra forma parte de una longeva tradición teológica-filosófica-literaria que parte de la concepción de la vida misma como un sueño de tinieblas conceptuales u obscurantismo gnoseológico al que se le opone la liberadora y esclarecedora luz del conocimiento —en este caso, del conocimiento de lo que uno mismo es.

Tradición que, a mi parecer, con una modernización de sus formas y conceptos, recoge, replica y explora la nueva película del aclamado y reconocido director texano, Wes Anderson: Asteroid City.

Recurriendo a la estructura narrativa de una historia compuesta de historias —formato del que Anderson ha echado mano en varias de sus películas—, Asteroid City relata la creación y la puesta en escena de una obra de teatro —llamada “Asteroid City”— que, al mismo tiempo, se nos presenta en pantalla.

Así, la historia extra-teatral de Asteroid City sigue al escritor de la obra, a sus actores, productores y director mientras intentan descifrar lo que actúan, mientras son elegidos para el proyecto y mientras desentrañan la intención profunda del escritor de la pieza dramatúrgica.

Por su parte, la historia intra-teatral de Asteroid City relata una convención de jóvenes talentos de la ciencia que se reúnen para ser reconocidos por sus inventos y para competir por una cuantiosa beca estudiantil. En ese contexto, los jóvenes y sus familias empiezan a interactuar e interrelacionarse tejiendo historias de romance, amistad y convivencia.

Las interacciones se ven fuertemente acentuadas cuando el grupo de jóvenes y adultos es testigo de un evento astrológico que los llevará a tener contacto con una especie extraterrestre. En consecuencia, las autoridades de la pequeña localidad en la que se da el incidente —llamada Asteroid City (Ciudad Asteroide)— decidirán poner al grupo de adolescentes, científicos, padres de familia y niños en una estricta cuarentena.  El resultado: un confinamiento que acelerará las dinámicas entre los miembros del disparejo grupo de personas.

Como es de esperarse, los miembros de esta comunidad enclaustrada se atendrán a los perfiles y formas de actuar de los personajes que Wes Anderson suele diseñar. Hay, entre ellos, un grupo de niños genios que se enfrentan el inocente florecimiento de su romanticismo, un fotógrafo —artista— privilegiado que encarna un profundo luto a través de un porte lacónico y casi inexpresivo, una famosa actriz —inspirada en las grandes luminarias de Hollywood como Marylin Monroe— que se enfrenta al vacío de su éxito y su soledad con poderoso cinismo, y un grupo de personajes secundarios que acompañarán la melancolía y la esperanza encarnadas en los protagonistas de esta historia.

La obra de teatro ficticia que se presenta en esta película transcurrirá de manera episódica y anticlimática en contracorriente con la búsqueda de algún significado específico. Es decir, sucederá como un espacio dado en el tiempo que nos cuenta una breve historia poco concluyente pero que se disfruta por su carácter efímero. Una historia que rehuye a grandes significados y que sólo es un retrato de un sentimiento y un argumento narrativo.

Por su parte, la porción extra-teatral que presenta Asteroid City dará algunos indicios de lo que esta historia podría ser para su autor —no Wes Anderson, sino el personaje que escribe la obra “Asteroid City” dentro de Asteroid City—, Conrad Earp.

Earp explica brevemente que lo que quiere narrar es una historia que haga sentir al espectador que está durmiendo. Crear una escena en donde todos estén dormidos y que, desde allí, surja la magia trascendente de la narración y la dramaturgia.

Surgirá así un episodio onírico y casi psicodélico de Asteroid City en el que las imágenes confrontarán al espectador —a nosotros que vemos la película— mientras se repite la frase: “You can’t wake up if you don’t fall asleep” (“No puedes despertar si no te has quedado dormido”) —“No puedes ver la realidad si no sueñas”, parafrasearía yo.

De este modo, me parece, Wes Anderson y el espíritu reflexivo de La vida es sueño de Calderón de la Barca lidian con una misma idea y con algunas temáticas en común. Ambos trabajos exploran las complejidades de la relación paternofilial. Ambos exploran los límites del solipsismo individuado y “colectivo”. Ambas obras preguntan por la esperanza que provee la religiosidad en contraste con la neutralidad de la mera frialdad de los hechos.  Ambas preguntan por lo otro, lo ajeno, lo que está más allá de nuestra realidad. Ambas afirman que la vida es sueño.

Calderón de la Barca lo hará desde el sospechosismo platónico que critica la incapacidad para ver la verdad que se genera dentro de un mundo de ilusiones y Anderson lo hará desde el cinismo absurdista contemporáneo que equipara al ser del humano actual con el ser del entretenimiento que consume —“ser es ser entretenido”, dirá el filósofo Byung-Chul Han.

Para Calderón de la Barca, será la ilusión —el sueño— lo que nos impida develar la claridad de la verdad, para Anderson será a través del artificio de la ilusión —del sueño— que nos haremos conscientes de una existencia eminentemente absurda en la que, sin embargo, los sueños pueden ser entrañables, generadores de significado momentáneo y pasajero.

Lo sueños serán, en ambos casos, un detonante de esperanza. Para Calderón de la Barca y su La vida es sueño, un detonante de la esperanza por descubrir la luz que se oculta tras la obscuridad de la ilusión onírica. Para Wes Anderson y su Asteroid City, un detonante de significado auténtico, valioso y efímero en medio de un desierto de existencia monótona: el significado de una genuina conexión humana experimentada alguna vez en la vida.

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