Publicado en Diario Imagen el 23 de octubre de 2019.
Hay un tópico recurrente en la literatura, la mitología y el cine que, por alguna razón, parece haberse reavivado recientemente con películas como Us de Jordan Peele, Gemini Man protagonizada por Will Smith y, ahora, la nueva serie de comedia y drama de Paul Rudd para Netflix: Living With Yourself ( o Cómo vivir contigo mismo, por su título para Latinoamérica). Me refiero al tópico del doppelgänger.
Dado que a Paul Rudd lo hemos visto trabajar en un tono cómico ligero en proyectos como Friends, la saga de Anchorman con Will Ferrel, Virgen a los 40 o hasta en su interpretación de Scott Lang (Antman) en el Universo Cinematográfico de Marvel, lo lógico era esperar que una nueva comedia con el actor se desenvolvería con ese tono desenfadado, irreverente y provocativo. Por el contrario, esta serie resulta sorprendente por el entorno tan serio que la envuelve por momentos, por su calidad narrativa, por su profundidad dramática y por su lenguaje visual que además cuenta con ingeniosos usos de referentes simbólicos que representan, por ejemplo, sentimientos de culpa producidos por la propia conciencia, o bien, la naturalidad de la dinámica entre Miles y Kate, protagonistas de la historia.
Living With Yourself sigue la historia de Miles Elliot, un destacado y creativo diseñador de campañas publicitarias que, como suele pasar en la vida, se encuentra en una deprimente, monótona y pesada racha existencial que lo ha desprovisto de cualquier motivación. Desinteresándose peligrosamente por su trabajo y su matrimonio, Miles conoce de boca de un conocido un milagroso remedio para su aflicción: un spa en el que tras un misterioso procedimiento pueden hacerte feliz.
La promesa, de ciencia ficción, es que en el misterioso spa alterarán su ADN para eliminar de él todo aquello que lo hace infleiz y todas aquellas partes “negativas” de sí mismo. La realidad es que el lugar es la fachada de un turbio proceso experimental de clonación. Es así como, tras un par de embrollos más, Miles termina enfrentándose al reto de vivir con una copia de sí mismo que, por si fuera poco, es mejor que él: más motivado, más fuerte, más creativo, más sociable, mejor con su esposa, etcétera.
La premisa de la serie resulta una nueva mirada sobre el tópico del doppelgänger. Por tópico me refiero al concepto retórico y literario bajo el cual se agrupa a temáticas, estructuras o narrativas comunes que suelen repetirse con ligeras o nulas variaciones. Similar a lo que solemos llamar “lugares comunes”, los tópicos son recursos que pueden usarse en diversos niveles de la creación artística (fílmica, discursiva, retórica, literaria, etcétera) para rescatar ideas, problemas, preguntas o historias que se pretende revisitar, reformar, reestructurar o, simplemente, referir.
El doppelgänger como uno de estos tópicos recurrentes, puede rastrear su origen en el novelista alemán Jean Paul quien parece haberlo acuñado durante el siglo XVIII. La palabra, de raíz germana, significa literalmente “el doble que camina al lado” y se usa en la tradición narrativa para referir al supuesto doble idéntico que todos los individuos tenemos. Más comúnmente, a la existencia de un “doble maligno” de nosotros mismos.
El tópico suele rescatarse principalmente en el cine y la literatura de terror bajo esta última acepción según la cual el personaje principal descubriría la existencia de un gemelo maligno de sí mismo que busca apoderarse de su vida privilegiada o, simplemente, busca acabar con él a causa de algún interés compartido. Lógica que incluso, podría extenderse a personajes duales como el Dr. Jekyll y Mr. Hyde o el propio Bruce Banner y Hulk como derivados de la problemática principal de este tópico: la lucha entre una versión maligna y una versión buena del mismo individuo por quedarse con la identidad compartida exclusivamente para sí.
Dicho de otro modo, el punto medular de esta historia recurrente es la representación de la lucha interna que todos los seres humanos vivimos entre diferentes dimensiones de nuestra psicología, ya sea voluntad contra razón, naturaleza contra artificio, necesidad contra libertad, bien moral contra mal moral o la oposición de dos voluntades o razones en sentidos distintos, la narrativa del doppelgänger confronta a dos polos del mismo ser para diluir las fronteras entre nuestro “lado malo” y nuestro “lado bueno”.
En ese orden de ideas, lo que hace Living With Yourself resulta efectivo además de propositivo pues, no sólo nos cuenta una historia con auténticos momentos de comicidad (aunque no con un ritmo exclusivamente cómico), sino que también logra diluir y cuestionar las fronteras entre el Miles común y corriente y la mejor versión de Miles, invirtiendo con ello el modelo clásico de la narrativa del doppelgänger para preguntarse ¿qué pasaría si yo ya soy la versión negativa de mí mismo? ¿qué pasa si yo soy el “gemelo maligno” de la ecuación?
Pregunta que, transportada a la realidad, no expresa otra cosa que la angustia existencial del ser humano contemporáneo: ¿puede existir acaso una mejor versión de mí?¿puedo ser algo más que mi rutina, mi trabajo y mis costumbres?¿puedo realmente ser feliz? La respuesta, claro está, no puede ser absoluta, es, en el mejor de los casos, subjetiva y, en consecuencia, irremediablemente parcial.
Sin embargo, no por ello resulta irrelevante preguntarse por los pasos dados, por lo que se es y por aquello a lo que se entrega el propio tiempo y el propio esfuerzo. Por los modos en que efectivamente trabajamos por construir nuestra felicidad siendo conscientes de nosotros mismos, embarcándonos en un proceso de autoconocimiento (que incluiría un proceso de conocimiento general mínimo del lugar en el que estamos situados a mayor y menor escala), construyendo una opinión propia (realmente propia), ejercitando el pensamiento crítico y caminando hacia un autodominio que permita fomentar la libertad y felicidad de otros. Evitando, con ello. el nacimiento de un “otro yo” incapaz de expresarse en nuestra realidad, evitando la división entre quienes somos y quienes queremos ser, pero, sobre todo evitando quedar atrapados en una vida que simplemente se siente como la de alguien más.
Por mi parte me gusta creer que mi doppelgänger no es tan ajeno a mí como para existir por sí mismo, me gusta creer que mi diálogo interno me permite expresar mis diversas dimensiones con cierta transparencia (no sin conflictos, no sin arrepentimientos, no sin carencias, no sin remordimientos; pero sí aceptándolos), me gusta creer que ni la mejor versión de mí mismo es tan yo como yo soy yo ahora. Pero, bueno, yo qué voy a saber, a lo mejor sólo soy la versión maligna y precaria de mi persona.