El camino de la banda inglesa Keane ha tenido sus altibajos y a pesar de haber pasado por un tiempo de experimentación, no han perdido el particular estilo que los dio a conocer. Ya nos habían dado alguna muestra de su nueva música con The Way I Feel y Love Too Much, dos temas que anunciaban la adición de un nuevo dinamismo y de un estilo más alegre y colorido de lo que solía ser su sonido.
Sin embargo, esta innovación termina por favorecer su sonido que, de hecho, vuelve a sus estructuras clásicas, melancólicas y emotivas pero desde la óptica de una renovada actitud electrorock que no obstruye sus bases en el piano y la emotividad específica que sólo la voz de Tom Chaplin puede proyectar.
El álbum transcurre con ligereza pero será uno de esos discos que merecen disfrutarse y con los que una sola escucha no bastará. Hay detalles que poco a poco se van descubriendo y que dan una elegancia al sonido de la banda que supera la simplicidad que puede rayar en cierta insipidez y que, sobretodo, no pierde la potencia sentimental de sus letras y los entornos que construyen con sus melodías.