Publicado en Diario Imagen el 5 de junio de 2019.
El jueves pasado Silverio se presentó en la estación de metro Insurgentes de la Ciudad de México de manera gratuita ante miles de fans que lo esperaban con ansias. El resultado: el show más rápido del oeste, como lo llamó el dj, pues no pudo tocar más de dos minutos cuando el personal de seguridad del espacio decidió cancelar la presentación.
Viendo las imágenes de lo sucedido noto que los encargados de Protección Civil son, en su mayoría, personas de la tercera edad o que la rondan; quizá, como joven irreverente, podría quejarme de que “no entienden a los chavos”, que exageran o que son unos ignorantes. Creo que su pecado fue subestimar el orden que existe en el caos, subestimar que los jóvenes nos sabemos comportar y, sobre todo, subestimar a una figura como Silverio que si bien se ha plantado como una válvula de escape a ciertas pulsiones, nunca ha incitado a una liberación malsana.
No es la primera vez que Silverio tiene problemas con presentaciones abiertas a todo público; le pasó en Oaxaca cuando, por alguna razón, decidieron programarlo después de un niño prodigio del violín oriundo del estado. Todo terminó mal, no por el público, que no dejó de apoyar al dj, sino por las autoridades que juzgaron su show como inmoral y decidieron pararlo y arrestar al músico. En Holanda, en un programa de televisión que presentaba artistas conceptuales y de alta gama, la gente no paraba de reírse, incluido el conductor, mientras Silverio tocaba y bailaba como acostumbra; el otro panelista, acaso un artista, sólo lo veía, como asimilando lo que tenía enfrente. Sus shows en Vive Latino también han sido memorables: aquella vez que alguien le aventó una muleta a la cara y como respuesta el músico lo dejó pasar al backstage o, la más reciente, en que invitó a “ La Tesorito” a cantar con él y enloqueció a más de 20 mil personas.
Pero ¿cuál es el problema con Silverio? Según “las buenas conciencias” resulta nefasto que el tipo se desnude en el escenario y que use las palabras malsonantes que usa. En primer lugar habría que acotar lo de la desnudez, es verdad que Silverio se va despojando de su ropa conforme transcurre el show y, en ocasiones, exhibe su cuerpo, pero nunca de hecho se desnuda; respecto a las malas palabras, son parte del ambiente que genera este artista y, diría yo, son fundamentales para el tipo de catarsis que ofrece su show.
El show de Silverio es el antishow por excelencia; aquél que trata de desafiar la noción de la banda de rock de plástico que se pone en el escenario a lucir genial y enloquecer a las jóvenes, que nos habla de amor y belleza y cosas bonitas. Silverio habla de lo que rara vez tiene un espacio: lo disonante, lo extraño, lo que hace ruido. Es el único artista que conozco que permite la liberación plena de las pulsiones de su público y que incluso las fomenta y las incorpora a lo que pasa en el escenario. Para Silverio el público hace la parte más importante del show, él sólo es la válvula que permite que salga lo que ya está en ellos.
Hasta aquí quizá es complicado seguirme, entender por qué estaría alguien como yo, que siempre habla de empatía y unidad, hablando de un show que parece promover todo lo contrario; y es aquí donde quiero volver al orden que existe en el caos. Por muchos siglos, como herencia de la Filosofía Antigua, se simplificó la comprensión de todo arte bajo la pretensión de que éste debía ser bello; la belleza fue el asidero de todo lo que debía permitirse en él: armonía, orden, “buena” moralidad, divinidad, naturaleza, etcétera; sin embargo, la Época Moderna, de la que somos herederos directos, empezó a cuestionar esta idea bajo dos nociones fundamentales: primero, que la belleza no parece ser la regla sino la excepción y, segundo, que la belleza no da cuenta de otras experiencias estéticas que tenemos, a saber, el miedo, el horror, la violencia, la tristeza, el desagrado, la lujuria, lo sublime y muchas más que aún hoy los filósofos y artistas debaten que deben incluirse de manera legítima en la expresión artística.
Creo que el arte debe estar abierto a más cosas que sólo la belleza que, además, es muy compleja de encontrar para nosotros pues nuestras pulsiones son más variadas que invariables (¡y qué bueno que lo son!). Todos nos enojamos, todos tenemos deseos sexuales, todos tenemos miedo, todos nos disolvemos ante las cosas sublimes, todos nos entristecemos, ¿por qué las artes tendrían que callar sobre eso? ¿por qué tendríamos que ser incapaces de transmitir sentimientos que son a veces más intensos y profundos que la búsqueda de la belleza y el bien? ¿Porque se ven mal? La catarsis que el arte nos permite alcanzar forma parte de una terapia de liberación emocional en el que sólo mediante escenarios ficticios o estímulos estéticos (que tocan a la percepción) podemos explorar realidades en nosotros mismos que de otro modo no seríamos capaces de conocer y que, más importante aún, no podríamos expulsar de nosotros. La catarsis es también un proceso de liberación de ciertas pulsiones para deshacernos de ellas o aquilatarlas y no reprimirlas de manera que terminen estallando en la cara de quien no se las merece.
Es ahí donde lo que hace Silverio no sólo es válido sino que es benéfico. Ofrece un espacio de liberación y revelación personal, uno donde gritas, saltas, bailas, te ríes de él, le contestas sus “insultos” (que son como los “insultos” que nos proferimos entre amigos o hermanos: carentes de intención) y liberas toda esa energía “negativa” que como humanos es imposible no sentir y que, de otro modo, sería muy difícil expresar de manera útil y positiva.
Si tu ánimo y, en tu opinión, tus valores se ven afectados por este tipo de expresiones, simplemente no las consumas, no te acerques a ellas, búscate otras que sean adecuadas para ti; pero tampoco las obstruyas, tampoco impidas que un grupo de jóvenes, que son capaces de guardar un cierto orden y que están dispuestos a divertirse y desahogarse, se deshagan de las emociones que no les vienen bien y que no les son de provecho.
Silverio no es un improvisado, el músico que le da vida es un viejo conocido de la escena del rock nacional. En otros proyectos y como productor ha demostrado la visión, potencia y finura de sus nociones musicales, siempre adelantado a su tiempo, que sabe explorar nuevos territorios y que no le tiene miedo a apostar por ellos. Es válido que no guste lo que hace con este proyecto pero es incorrecto asumir que es todo lo que su talento tiene para ofrecer.
Hay una higiene mental y emocional que sólo se alcanza en la expresión de los sentimientos y pulsiones humanos que, en caso de reprimirse, pueden salirse de control; sólo expresándolos y dejándolos salir nos liberamos de ellos. Es, simplemente, entender que para cada cosa hay un espacio y que, el que genera Silverio, es el espacio para éstas emociones. Hay un cierto orden en el caos que sólo se descubre abriéndole la puerta, con responsabilidad, a su caprichoso vaivén. En mi opinión, es más negligente no atender las propias frustraciones y verterlas de manera aleatoria en quien no las merece que crear y fomentar un espacio para ellas, aunque tenga que ser uno disonante, escandaloso y criticable. Hay orden en el caos y hay belleza en las pulsiones más primitivas aunque éstas no existan en la belleza misma. Eso es lo que demuestra Silverio para mí.