Pixies es una de esas bandas que quienquiera que se considere rockero y melómano debe conocer, aunque sea en aquellas canciones famosas que impactaron el mundo de la música, que suelen ser demeritadas por los acérrimos fans, pues su relevancia en los sonidos que se han gestado en la escena musical desde los noventa es incalculable. Por ello su regreso con Beneath the Eyrie, su nuevo material de estudio, no podía pasar desapercibido.
Una de las bondades que tiene el sonido y la calidad de la banda es que no han renunciado a las bases musicales que han caracterizado su personalidad y han logrado reformularlas sin que se conviertan en tediosas o cansadas. Ya algo de esto nos mostraban con On Graveyard Hill y Catfish Kate, sus primeros adelantos de este material.
El disco está compuesto por 12 tracks y no tiene una duración mayor a los 40 minutos. El álbum transcurre de manera sutil llevándonos poco a poco por honduras cada vez más tétricas y psicodélicas conforme avanzamos entre su colección de temas, con toques poperos, rock asegurado y las bases protogrunge de la banda, el disco no defraudará a los seguidores del sonido de esta agrupación.
Quizás, en lo que toca a la experimentación, es mínimo lo que podemos encontrar aquí con uno que otro recurso a algunas novedosas percusiones y con ese toque psicodélico/mágico/circense, aunque, como dicen los anglosajones: «si algo no está roto, no lo arregles».