Uno de los directores más importantes de nuestra época, sin lugar a dudas, es el inigualable Quentin Tarantino, con una sensibilidad gráfica, una acidez narrativa y una contundencia musical que son incomparables al día de hoy. Muchas de estas cualidades se dan cita en su más reciente obra: Once Upon a Time in Hollywood.
Hay que destacar, quizá ,que acá lo hacen de una manera a la que no estamos acostumbrados pues algunos de los elementos que solemos obtener de las películas de Tarantino, en esta ocasión, se encuentran velados, ocultos y, al menos, pospuestos. Asunto que permite que la experiencia fílmica pura, narrativa, sea mucho más franca y pulcra. Y, si bien Tarantino nunca ha padecido de malos guiones, acá el acceso prístino a la construcción narrativa sólo vuelve mucho más elegante y sutil la presencia de la particular sensibilidad del director estadounidense.
Es una película riquísima en referencias a la historia del cine que juega de manera excepcional con la precisión histórica y la fantasía tarantinesca, creando un ambiente de tensión perpetua que está muy bien dosificada y regulada por las cámaras de Quentin. Con flashbacks, cambios de puntos de vista y un manejo muy bien planeado de cada uno de los personajes, el resultado es excelente.
Los riesgos acá se derivan de las expectativas de la audiencia que juegan también un rol en lo bien que funciona la película pero que podrían ser la ocasión de que algunos no aprecien lo que Tarantino está poniendo en pantalla. Por eso, nos parece importante advertir, hay que permitir a la película que transcurra de manera natural, dándole su paso y procurando atención a los guiños y elegantes juegos que va dejando en su desarrollo porque sólo así la recompensa final llegará en su justa y magnífica medida.
Por lo demás hay dos sugerencias previas que podemos recomendar para sacar todo el potencial que esta película tiene: primero, empaparse brevemente de la conocida historia de Charles Manson y Sharon Tate y, segundo, más anecdótica, prepararse para una escena post créditos que contiene la película que, en caso de que te la pierdas, tampoco tiene tantas implicaciones elementales para la cinta, aunque sí valdrá la pena para los aficionados al arte de Tarantino.
En conclusión, una deliciosa película que exhibe la madurez y todo el rango que es capaz de alcanzar Tarantino, llena de entretenimiento puro, de risas y varios y variados cambios de tono, ritmo y emociones. ¿La mejor película de su carrera? Depende de qué es lo que te guste de Tarantino. Aquí está presente el de siempre, el que no falla, el que cautiva, pero eso sí, de una manera nunca antes vista.