En los días en los que se estrenaba Spider-Man: Into The Spider-Verse, escribía sobre el personaje más famoso de Marvel Comics desde el ángulo del existencialismo compartido por Miles Morales y Peter Parker. Esa actitud que da un salto de fe hacia ser el héroe de nuestra propia historia de vida: uno que libremente decide y que libremente se compromete con la propia vocación, con la propia misión de vida.
Meses después, llegaba a los cines Spider-Man: Far From Home. En aquella ocasión, mi reflexión se dirigía a la manipulación de la realidad que acompaña a los días de la llamada posverdad —nuestros días— y a lo importante que es el pensamiento crítico como herramienta y arma en un mundo de ilusiones, desinformación y burbujas conceptuales, creadas por nosotros mismos, que nos encierran en pseudoverdades: privadas, hipersubjetivas, incomunicables e insostenibles.
Ahora, el turno es de la más reciente aventura del Hombre Araña, el ingente fenómeno mercadológico que la convierte en el nuevo gran éxito de Marvel Studios — junto a Sony Pictures, en este caso—, su discurso sobre el heroísmo del Peter Parker de Tom Holland y el modo en que estos elementos describen a la anticipadísima Spider-Man: No Way Home.
La tercera entrega de la saga del Hombre Araña del MCU llega a los cines con el segundo fin de semana más taquillero de la historia —sólo detrás de su emparentada Avengers: Endgame—; producto de los juegos contemporáneos entre información extraoficial —“filtraciones”, rumores y scoops—, información oficial—entrevistas, declaraciones, y trailers— y la dificultad para diferenciar entre la veracidad de una y otra.
Producto de un nuevo modo de promocionar el cine de superhéroes que presupone las constantes teorizaciones de fans y público en general, por un lado, y que, por otro, economiza los esfuerzos de los grandes estudios con evidencias entregadas a cuentagotas —ya sea de maneras oficiales o extraoficiales; ambas gestionadas por las propias casas productoras.
Producto, en resumen, de la impaciencia por conocer qué sigue en este macroarco narrativo de más de 20 películas que, a su vez, se inspira en décadas y décadas de historietas que tienen, aún, muchas sorpresas, reinterpretaciones y adaptaciones por ofrecer.
Queda aparte el valor puramente cinematográfico de estos productos que, en términos de industria y ganancias, son más que efectivos. Guiados por recursos narrativos, ritmos, estructuras y constantes referencias a otros productos de Marvel Studios o Marvel Comics que componen el ya identitario estilo del Universo Cinematográfico de Marvel.
Guiados, en otras palabras, por una realidad de ficción encerrada en sí misma, que se aprovecha de la desinformación (la expectativa, la ilusión) para expandirse a pasos agigantados. La realidad de una mentira que nos encanta, hasta ahora, que nos cuenten: la historia de Spider-Man y un macrouniverso de superhéroes y supervillanos.
Mentira que no por ser ficticia deja de tener efectos reales sobre las vidas de millones de personas alrededor del mundo. Mentira que no deja de ofrecernos ideas —quizá simples, quizá reiterativas— que nos invitan a reflexionarnos al tiempo que reflexionamos a esas figuras de la mitología moderna, figuras de acción y heroísmo, que tanto disfrutamos ver salvando al mundo.
Tal es el caso de Spider-Man: No Way Home que, sin entrar en detalles mayores, funge como la graduación de un joven Peter Parker, cobijado desde sus orígenes por los Avengers, que, aquí, se enfrenta a los grandes sacrificios que implica dar un salto de fe en favor del heroísmo: la “gran responsabilidad” que conviene a “un gran poder”.
El compromiso, poderoso, irreversible y muchas veces trágico, que acompaña al ejercicio de la propia liberta en nombre del bien. El dolor y la soledad que acompaña a quien decide emprender un camino desértico; el camino de los pocos. El camino que sigue y sigue y sigue exigiendo sin mostrar, a la vista, metas, oasis, remansos o glorias. El camino clásico del héroe que deja atrás lo que más quiere en favor del deber. El camino existencialista de quien da un salto de fe al abismo de la libertad, al abismo de las infinitas posibilidades, al abismo de atreverse a decidir y, además, atreverse a decidir por el bien. El camino de quien logra escapar de las ilusiones de la inmediatez y la satisfacción egoísta rompiendo sus propias burbujas conceptuales, yendo más allá de los límites de su voluntad y avanzando hacia la nobleza de dar la vida por otros.
“We are happy to serve you” (“Estamos felices de servirte”) dice un vaso de cartón enfocado por las cámaras de No Way Home mientras la graduación como héroe del Peter Parker de Tom Holland revela sus últimas implicaciones.
La lectura de esta frase, a mi parecer, tiene dos caminos posibles: el mercadológico y el discursivo. Cualquiera de las dos describe a la perfección a la última entrega de esta etapa del Spider-Man del MCU.
“Felices de servirte” en referencia al concepto del fan service (servicio a los fans) que tanto se le achaca a Marvel y sus películas. El fan service que se traduce en complacer cada capricho, inquietud o exigencia del público asiduo de las películas —en este caso— del Hombre Araña o de superhéroes para obtener más y más ventas de boletos en las taquillas de los cines.
O bien, “felices de servirte” en referencia al camino que le queda a un superhéroe que pone en riesgo todo lo que ama, valora y atesora con tal de salvar, una y otra vez, a un mundo que lo necesita. Servir a los demás entendido como la libertad, el deber, el compromiso y un cierto tipo de pensamiento crítico que coinciden y se materializan a través de la férrea voluntad de un jovencito cualquiera de los barrios de Queens, Nueva York con superpoderes: “your friendly neighborhood Spider-Man!” (“¡tu amigable vecino, el Hombre Araña!”).