Tras meses de una espera alimentada por una serie de cautivadores tracks, Distrito Federal, el nuevo álbum del Instituto Mexicano del Sonido, por fin llega a plataformas de audiostreaming y a una edición física en vinilo.
Un trabajo nacido de la nostalgia y el recuerdo. Nacido de la refiguración de una ciudad en el mero hecho de su cambio de nombre. El recuerdo de lo que era el De Efe y el trasfondo de lo que hoy es la Ciudad de México.
Sonidos, ritmos, conceptos, ambientes y realidades que evocan nuestra infancia y nuestro crecimiento en una ciudad mucho más poblada por fonditas y tienditas de barrio, una ciudad mucho menos gentrificada. Una ciudad que hoy simplemente mira al futuro con otros ojos, con otro nombre.
En consecuencia, la estética gráfica del disco, responsabilidad de Urbano Mata, reinventa la tradición del México Antiguo, de sus códices y de su historia prehispánica desde los ojos de su hipotética superposición con una pujante e imparable modernidad que parece convertir, día con día, a todo lo que la compone en obsoleto.
El nuevo trabajo de Camilo Lara es congruente con los sonidos que han caracterizado a su Mexican Institute Of Sound rescatando cierto folklor citadino clásico desde la ingeniosa e industriosa precisión de su atenta producción. El reto de capturar aquello a lo que suena la Ciudad de México y, por supuesto, capturar aquello a lo que sonaba el D.F.
El disco fue grabado entre México, Colombia, Los Ángeles, Los Cabos y San Francisco, lo que permitió que distintos talentos con diferentes backgrounds nutrieran una obra diversa, fresca y sólida. Así, Cuco, Graham Coxon (Blur), Duckwrth, Dan The Automator, La Perla, Bia, Joe Crepúsculo, Banda Misteriosa, Sergio Mendoza y más colaboradores se dan cita en esta obra que es, al mismo tiempo, un testimonio del Camilo Lara que recorrió aquél pasado ahora homenajeado y un ejercicio musical que, sin reservas, difumina las rígidas y ficticias fronteras entre géneros musicales para construir un sonido unívoco.
De este modo, Distrito Federal lo mismo asimila con naturalidad las trompetas del marichi, que el sabor de la cumbia, que la frontalidad de unas buenas rimas raperas, que el tono melodramático de la balada, que los jugueteos certeros y pulcros del beat.
Un incontestable llamado al baile y al gozo del recuerdo, a la presencia sonora de los lugares físicos que hemos pisado y la colorida, estridente, abigarrada, compleja pero amada vitalidad que los acompaña.